Punto de partida en Bizancio. Esta obra llama a dos personajes de los que no conocemos mucho de su vida, debido al paso de los años. Los participes de esta arquitectura son Antemio e Isidoro de Mileto.
Para estudiarla hay que comenzar por saber las agregaciones y derrumbes para darnos una idea de lo que es uno de los grandes edificios de la historia del arte.
En el 537 santa Sofía estaba prácticamente terminada y en el 558, la cúpula se viene abajo probablemente por convertir a Santa Sofía en un verdadero laboratorio de física y geometría. Lo que sucede con esta primera bóveda es que se viene abajo por ser tan plana y pesada.
Antes del año 1453, se sitúan unos contrafuertes para ayudar a sostener el núcleo central. Por eso consideramos que la obra es en su 80% de Justiniano.
El edificio como tal se lleva a cabo en ladrillo mientras que los pilares y soportes se llevan a cabo en piedra para proporcionar estabilidad al edificio.
El núcleo de Santa Sofía se conforma por cuatro pilares que levantaran la gran cúpula central, este punto de partida es el epicentro de toda la arquitectura.
A continuación y partiendo de esos pilares aparecen otras cuatro exedras a modo de absidiolos en los extremos (al lado de los pilares marcados en negro). Son unas exedras que nacen de esos pilares y acabaran en otros más pequeños. El siguiente elemento importante del núcleo son dos semicupulas que se levantan sobre las exedras y se apoyan en esa parte central que es la bóveda que va a dominar todo el edificio. Además de todo esto hay que hacer referencia a la existencia de dos bóvedas a los lados de cada semicupula.
Consideramos que Santa Sofía tiene un concepto basilical porque hay naves laterales al norte y al sur que se cubren con bóvedas de aristas. Estas naves laterales se hacen necesarias entre otras razones porque estamos viendo Santa Sofía desde un punto de funcionalidad.
Los cuatro grandes pilares tienen un desarrollo inmenso y alcanzan a las naves laterales. Sobre esos cuatro grandes pilares lo que se voltean son cuatro enormes arcos. Cuatro arcos que deben sostener una cúpula pero ¿Cómo se pasa a un cuadrado a un círculo? Gracias a las pechinas.
Las naves centrales se separan hasta tal punto que tenemos esta arquitectura que es como una gran celosía que se abre que es la que marca la separación entre los laterales y los centrales.
La cúpula se realiza de una forma que adelgaza a medida que va ascendiendo. Los arcos que generan la presión horizontal comienzan a diluirse a medida que va descendiendo y los grandes pilares actúan como gigantescos contrafuertes. Bajo los arcos esta esa celosía.
Los cuatro minaretes fueron levantados después de 1553 ya que la iglesia pasó a ser mezquita. Estos minaretes le quitan importancia al valor espacial pero sin ellos descubrimos que es una verdadera sinfonía de volúmenes. El ábside, la bóveda de caño, las exedras, las semicupulas y la gran cúpula nos lo permite ver perfectamente el alzado.
En el interior de Santa Sofía se concibe en función de una liturgia, es decir, tendrá una determinada funcionalidad. Este gran espacio central va ser un espacio reservado a lo que ya los bizantinos llamaban las dos mitades de dios: el patriarca de Constantinopla y el emperador Justiniano.
La importancia del interior viene dada por el sacrificio de la misa que tendría lugar a la altura del presbiterio. Eran más importantes las dos grandes procesiones, la procesión menor encabezada por el patriarca y la procesión mayor encabezada por el emperador y el patriarca. Tendrían lugar en el espacio central de la cúpula que es la imagen celestial, el reflejo del cielo. El símbolo del lugar que ocupa Dios, la divinidad. Esas procesiones que duraba horas y se recreaban en el gigantesco espacio de la nave central, solo ahí cabían las procesiones porque los fieles solo tenían cabida en las naves laterales y en la parte superior ocultos, podían verlo y oírlo sin participar. El fiel participa, observa pero no se integra en lo que es la liturgia que genera la iglesia bizantina. Por eso Santa Sofía se construye de ese modo para que la luz de la cúpula invada un núcleo central desde la parte superior. Esa luz incidiría en los mosaicos dorados y daría a toda esa área un ambiente que ellos integraban como celestial, casi irreal y en medio de aquellas liturgias aquello se contemplaba como algo realmente divino
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